No se puede dejar de pensar en este país lejano, la Nueva Jerusalén, la tierra amada. Este es el lugar del círculo del Arco Iris. La ciudad del Arco Iris completo. No quiero ir al Polo Norte a investigar si allá florecen las gardenias. No quiero saber cuántos cristales componen los anillos de Saturno. ¿Cuántos granos de arena hay en el universo? ¿Qué esconde la parte central de la luna? ¿Dónde está el diamante más valioso del universo? No sé. No me interesa. Ni tampoco me interesa si es verdad lo que dice la ciencia acerca de más de veinte polvillos diferentes más pequeños que el átomo.
Pienso en el cielo. ¿Es un lugar? Pienso y sueño con sus moradores.
Los ángeles de Dios, ¿Cuántos son? ¿Dónde viven? ¿Qué comen? ¿Cómo se visten? ¿Cómo se llaman? ¿En qué trabajan? ¿Duermen? ¿Sueñan? ¿Hay nubes? ¿Hay en el cielo animales aparte de caballos y águilas?
Pero, lo más importante: ¿Qué hace el Salvador? ¿De qué habla con los suyos? ¿Cuántos guardias tiene? ¿Cómo es su ropa? ¿Es de relámpagos, o de nieve o de luz?
¿Cómo es su voz, como son sus ojos, cómo es él en su persona?
Cuando la Biblia dice que Dios es luz, que es amor, que es Espíritu, ¿Anula que en el cielo está Cristo y que es un Hombre?
No hay forma de saberlo hasta llegar allá.
Jamás se dice adiós allá, jamás se llora. allí está el Señor.
Todo es bueno allí y todo está bien.
No existe forma de no llegar, a menos que uno así lo desee.
El que invita a estar allí es el Dueño, es el Rey.
Quiere besarnos y abrazados en su pecho, ser consolados.
Puso todo su corazón en salvar al hombre, el cual es la obra que corona su creación.
Hoy, todo gira alrededor de él como cuando fue crucificado, pero en otra forma.
Está allí, majestuoso, pues él es el Dios que se hizo hombre y es nuestro y nosotros de él. Ya no hay tormentas que enfrentar, noches que temer, soledad que llorar. Solo himnos, alegría, pues pasó todo. Me refiero a todo lo malo. Se fue, se esfumó.
Su voz cuando resuena, no habla de historia, sino de nombres. No da informes, solo dice nombres. ¿Mencionará a mis seres queridos? ¿Dirá mi nombre? ¿Me reconocerá? ¿Me dará la bienvenida?
¿Por qué pensar todo esto? ¿Qué no se vale ya suspirar?
Cuando llego, sé que pertenezco a este lugar y todo lo que hay aquí, me pertenece, todo es mío, porque yo soy de aquí Quiero quedarme aquí eternamente.
Alguien me llama y me toca el hombro.
Aun estoy en la tierra... todavía no es el cielo.
Mi deseo de estar allá me hizo pensar en esto y dejé volar mis pensamientos hasta la casa de Dios.
Bueno, sigamos el día... la vida... ¿Cuándo se hará realidad lo del cielo?
¡Oh, la tierra deseada! ¡La tierra donde vive Cristo!
¡Rumbo a la gloria!
José Carrera